viernes, 10 de abril de 2009

Al fondo a la derecha

La siguiente escena tiene lugar en una recia cafetería de la capital (no se especifica de qué país, así los espectadores harán libremente sus pronósticos, en función de sus antipatías regionales):

- Camarero (permanente cara de asco, mirada inquisitoria y fija en el extremo opuesto de la sala): Grñfu (en realidad no ha dicho nada, pero lo podemos interpretar como un 'Buenos días')

- Cliente (voz temblorosa): Un café con leche por favor

- Camarero (abandona le escena airado, antes de que terminemos la petición, sin anotar nada en su libreta)

En la siguiente escena, vemos al cliente tomando un par de tostas y un zumo de naranja. Una interpretación sin duda precipitada nos podría llevar a pensar que el camarero se equivocó. Nada más lejos de la realidad. El vanguardista gremio de camareros de la capital ha venido desarrollando en los últimos siglos una rara capacidad extrasensorial para adivinar, qué es lo que, EN REALIDAD, le gustaría tomar al ignorante comensal.

Ante tan imponente demostración de la selección natural, el cliente termina por claudicar, satisfecho de que hayan pensado por él, qué carajo, y aliviado de que, de momento, nadie le haya insultado.

Tras unos minutos dedicados a marear con una cucharilla el zumo de naranja, el cliente desespera en su intento por tratar de dar más de dos sorbos consecutivos. Pese a haber apartado la mosquita que felizmente aleteaba en la superficie del líquido, no ha podido vencer su miedo pánico a que un pelo ajeno baile toda la mañana por su esófago.

Escena final:

- Cliente: La cuenta por favor

- Camarero (permanente cara de asco, mirada inquisitoria y fija en el extremo opuesto de la sala, pero ahora con voz de tenor) : Quince con setenta

El cliente paga gustosamente, sale de la cafetería dando alegres saltitos de alegría, peor sería que le hubieran pegado, o lo hubieran secuestrado, o lo hubieron escupido o humillado ante el resto de clientes.

Así hasta la próxima vez, en la que sin duda procurará ser más amable, más receptivo, y admirar como verdaderamente merece la generosa disposición de tan noble gremio.