jueves, 26 de mayo de 2011

Menja´t una cama

Era fa uns deu anys, que veníem a Sant Cugat, i ens estàvem al bar de la plaça, perseguint l´ombra d´en Ferrater, com una infecció. Aquí es va suïcidar.

No sé ben bé què esperava d´un poeta mort, suïcidat. O potser és just el contrari: prou que ho sé i no vull dir-ho.

Noies de l´Autònoma, amb carpetes plenes d´apunts negligents, el papà us espera a l´estació dels ferrocarrils, si és dijous, i arribeu tard. Just quan es pon el sol, una remor tendra, i una olor de xarop, als carrers buïts del paradís unifamiliar mutilat.

domingo, 1 de mayo de 2011

Concluyo que es mejor fracasar que tener un poco de éxito. Es preferible y hasta deseable fracasar rotundamente, sin ambages, radicalmente, que triunfar a medias.

Un fracaso justifica una vida. Un fracaso irrefutable y nítido. O mejor: invisible. Un fracaso justifica una actitud. El fracaso nos permite recrearnos en nuestro particular paraíso perdido nunca realizado, inconcreto (aún a riesgo de que éste pueda terminar convirtiéndose en una jaula). El fracaso deja abierta la posibilidad del éxito. “Que hubiera pasado si”, “todo sería tan distinto ahora”. Por supuesto, un fracaso digno de mención debe ser siempre culpa de los demás, de las circunstancias, de la desventura, nunca producto de nuestras malas decisiones o de nuestra falta de talento.

Por decirlo con el lenguaje escolar, un fracaso es equivalente a un suspenso, siempre nos quedará la posibilidad de presentarnos al “examen de recuperación”, como se decía en otro tiempo. En cambio, el que triunfa un poco, es como el alumno que saca un aprobado raspado y agota la posibilidad de presentarse a la segunda convocatoria. Triunfar a medias nos deja en fuera de juego, inmóviles, sin asideros. Ya nada podemos hacer por triunfar un poco más, ni por fracasar un poco menos. Ya no podemos recurrir la sentencia que dictaminó la realidad.

Sólo nos queda habituarnos torpemente a la penumbra sin fantasías.
Para escribir sólo necesito sentarme en una cafetería. O demorarme en el andén de una estación de tren, semivacía. Incluso menos. Sólo preciso una ventana.

jueves, 21 de abril de 2011

La ciudad indefinida

Llegamos a Lisboa en vísperas del 25 de abril, fecha en la que se conmemora la revolución de los claveles de 1974. “Otra vez vuelvo a verte, Lisboa y Tajo y todo”.



Llueve, y los diarios sólo hablan de la crisis económica que sufre el país, como si de una redundancia se tratara.

Alguien te llamó la ciudad blanca, pero en realidad pareces más la ciudad dorada, la ciudad plateada. La ciudad permanentemente indefinida: entre el río y el océano, entre el llano y las colinas, entre Europa y África, entre el pasado y el porvenir, entre dulces y alcoholes, entre la alegría y la tristeza.

Ciudad anclada que navega.

No os creáis a los que os digan que es una ciudad decadente, es sólo que los años gastaron los perfiles de su alma, perdida entre memorias fingidas y ruinas imaginarias.

Lo pienso desde la terraza del bar Entretanto, desde aquí contemplamos el barrio del Chiado. La luz última suaviza las aristas de los tejados.




Esta mañana hemos estado la última casa que habitó Fernando Pessoa. Leemos las primeras líneas de su poema Tabacaria:

Não sou nada.
Nunca serei nada.
Não posso querer ser nada.
À parte isso, tenho em mim todos os sonhos do mundo.

Por eso escribo en este catálogo incierto. Por que infelizmente no soy capaz de escribir con una rutina diaria, sistemática. Extraña forma de vida. O tal vez no tanto. Hoy prefiero la radicalidad liviana de Cecília Meireles:

Às vezes abro a janela e encontro o jasmineiro em flor.
Outras vezes encontro nuvens espessas.
Avisto crianças que vão para a escola.
Pardais que pulam pelo muro. Gatos que abrem e fecham os olhos, sonhando com pardais.
Borboletas brancas, duas a duas,
como refletidas no espelho do ar.

Como Lisboa, indefinida, sin ansiedad por conocer su destino, si es que éste existe.

lunes, 4 de abril de 2011

Elogio del azar

Acabamos de ver Guest, la última película de José Luis Guerín. En Madrid sólo se proyecta en el Pequeño Cine Estudio, en sesión única a las diez de la noche, probablemente por unos pocos días. Debes vencer a la lluvia, a la pereza, a la incomodidad de los asientos (el nombre del cine no engaña), pero merecerá la pena.

Se trata de una película documental, un diario de viaje filmado en las ciudades que Guerín visitó en calidad de invitado por distintos festivales de cine (Guest).

Tras la artificiosidad de los festivales, la mirada de Guerín busca la esencia humana, escruta la razón pública, desde la raíz, en cada barrio. Y lo hace como los buenos jazzmen: recorriendo la delgada frontera que hay entre el azar y la elección, entre lo improvisado y lo deliberado. Como el eco del saxo que nos lleva de una secuencia a otra, como en un dibujo apenas esbozado. El agua, las voces en las plazas públicas, la memoria, nos igualan y dan forma a esta narración tal vez infinita, inasible.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Que alguien me lo explique. De entrada, constato que nuestras intenciones duran siempre un poco más que nuestras vidas, nos sobreviven de algún modo. Nuestra memoria se cierne también sobre el porvenir, aunque tal vez no seamos conscientes de esa inercia.

Por otro lado, resulta imposible contar lo acontecido (en el sentido de “rendir cuentas”). Con suerte, podemos recrear lo sucedido, pero siempre de forma parcial, incompleta, sesgada.

Por último, me rebelo ante la afirmación tan manida, especialmente entre la parroquia local, de que las palabras se las lleva el viento. Al fin y al cabo, ¿qué nos queda de Dante, de Shakespeare, de Cervantes si no palabras? Nada o muy poco sabemos de sus vidas, todo está en esas narraciones afortunadas.

sábado, 29 de enero de 2011

Constatación: hay un tiempo para hablar. Ha llegado el tiempo de callar.
La font del passeig s´ha congelat. La llum limita els perfils finíssims dels edificis, els turons. Rere cada gest, per minúscul que sigui, s´hi amaga una filosofia. Ho dius mentre aquella noia es desvia del seu camí, per passar just sota la reixa per la que surt el vent calent del metro. Fes via pels camins de la indiferència.

martes, 11 de enero de 2011

Año 1838, Schumann evoca en estas breves escenas su infancia, para refugiarse de la incipiente locura que acaso ya presiente:

http://open.spotify.com/track/5faQpQb34MLZDKqB3T6GHt

sábado, 8 de enero de 2011

Cordialidad: dícese de todo lo que tiene virtud para confortar, animar y fortalecer el corazón, para consolarlo o aliviarlo

lunes, 3 de enero de 2011

En el bosque, todavía es de noche. Oigo ruidos que, lejos de tranquilizarme, me atemorizan. Como por ejemplo este pino, crujiendo. O lo que parecen ser unos aullidos invocando un viejo mandato (hay zorros en este monte, se esconden entre los matojos bajos y espesos).



El camino está embarrado tras la lluvia de ayer. Ahora cruzo un arroyo brevísimo, las aguas discurren quietas por su cauce, como si de un jarabe se tratara. Amanece, son casi las nueve de la mañana. Por momentos siento que estoy huyendo, ignoro de quién o de qué. Como si a través de la niebla hubiera cruzado una frontera, y estuviera en otro tiempo y en otra comarca. En el confín del invierno la vida disimula cada brote y sus designios.

martes, 7 de diciembre de 2010

Any 85, any de neus. Els nens tremolen en filera, impacients per baixar al patí i fer la gimnàsia preceptiva. El fang, les botes d´aigua, les pissarres i el guix. Els pares del Sergi s´han divorciat. Ignoraves el significat de la paraula ‘industrial’, ‘adroguer’, 'otan' o ‘puta’, malgrat en sospites la tristesa. Tot sóna a misteri i a silenci. Les entranyes són per terra, damunt les llambordes. Era l´any 85. Algun dia tornaràs al lloc de les primeres vegades.

martes, 23 de noviembre de 2010

Camino de Lisboa

Cruzamos pueblos cuyos nombres nos evocan una remota región imaginaria:

Huertas de Ánimas
Salvatierra de Santiago
Almoharín
Gargáligas
La Encomienda
Tamurejo

Yo, que no creo en nada, quisiera pensar que estas gentes son los guardianes de un tesoro todavía no revelado. Entre tanta niebla, es difícil no ponerse metafísico.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Que muera la melodía. Viva la armonía.

Si horadamos la corteza, presenciaremos la fiesta milagrosa del mineral en el magma.

martes, 16 de noviembre de 2010

Palabras del día

a) 'Sirena': por su ambivalencia, del animal mitológico a la ambulancia. Sirena urbana con su cola de petróleo y asfalto

b) 'Recreo': crear de nuevo, recrearse, recrear, recreativo

c) 'Zátopek': con una zeta y una ka tan resistentes como el acero de sus piernas. Zátopek, un apellido industrial, un apellido locomotora soviética, sólo mitigado por la elegancia liviana de su nombre: 'Emil'

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Retirado en la paz de estos desiertos,
con pocos, pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos,
y escucho con mis ojos a los muertos.

Francisco de Quevedo

jueves, 21 de octubre de 2010

Curioso: a la ficción le pedimos que sea verosímil, a la realidad no, toleramos acríticamente que el guión no tenga ni pies ni cabeza.

Palabras del día: afán, escudriñar

jueves, 14 de octubre de 2010

Cuaderno de Lisboa

-1-
Se diría que la vida es una larga y monótona espera (no sabemos de qué o de quién). La vida como una sala de espera. Esta sensación se agudiza y se materializa en comisarías, aeropuertos, salas de espera médicas, etc.

-2-
Al entrar a comisaría, dan verdaderas ganas de declararse culpable. Cada vez que paso por un arco voltaico de seguridad, me sorprende que no suenen todas las alarmas, activadas por mi rubor.

-3-
Camino de Lisboa, en autocar. Hoy en día, los autocares (y las estaciones) parecen reservados a las clases más bajas: parejas de jubilados, inmigrantes, monjas, apenas estudiantes. No parece ser una cuestión económica, sino más bien de estatus o de acceso a la información, esas otras fronteras invisibles. Miradas desesperadas en los pasillos y rincones de la estación. Al contrario de lo que sucede en los aviones o en los trenes de alta velocidad, en los que la gente evita mirarse a los ojos, en señal de orgullosa suficiencia.

-4-
Moraleja de Enmedio.
Navalcarnero.
Méntrida.
Alcañizo.
Torralba de Oropesa.

-5-
Montes olvidados, moteles de carretera, acaso más reales que la realidad de cada día. Como estampas de un futuro en ruinas

-6-
Elogio del silencio

-7-
El límite, aún por llegar, nos condiciona aquí y ahora. ¿Sería mejor vivir sin límites? Al menos explorar la posibilidad de que se amplíen, se difuminen.

-8-
Almaraz
Trujiillo

-9-
Anoto en el cuaderno: temprano afán, deleitoso, y hermandad doliente.

-y 10-
Lisboa, a lo lejos, resplandece en la tarde como un pastel perlado

lunes, 11 de octubre de 2010

¡Apártalos, Amado,
que voy de vuelo!
Vuélvete, paloma,
que el ciervo vulnerado
por el otero asoma
al aire de tu vuelo, y fresco toma.
Mi Amado las montañas,
los valles solitarios nemorosos,
las ínsulas extrañas,
los ríos sonoros,
el silbo de los aires amorosos,
la noche sosegada
en par de los levantes de la aurora,
la música callada,
la soledad sonora,
la cena que recrea y enamora.

Juan de Yepes

lunes, 4 de octubre de 2010

Tras un partido en el Palacio de los Deportes


Decía Borges, que la derrota tiene una dignidad que la victoria no merece. El que no se consuela es porque no quiere, pienso yo. Más que de victorias o de derrotas, deberíamos hablar de éxito o de fracaso, no estoy seguro de que sean lo mismo. Por ejemplo, puedes perder un partido en casa, contra el eterno rival. Pero es un éxito congregar a 10.000 fieles cada noche, con el equipo que tienes este año. Es un éxito resistir en primera división, a pesar de que cada año tus mejores hombres se van a los equipos más ricos. Es un éxito defender la humildad, la creatividad, la libertad, la cantera, la imaginación, el respeto, el compañerismo, y hacerlo siempre con el máximo empeño. No es lo mismo ser el primero que ser el líder. El primero, desde la cumbre, no acierta a ver nada. El líder, el maestro, no sólo ve, si no que nos ayuda a ver, amorosamente, a lo largo de esta senda incierta. Quizá es pasión. O sólo demencia en un patio de colegio.

lunes, 27 de septiembre de 2010

domingo, 26 de septiembre de 2010

Mercado editorial

Entras en una librería minúscula. No pequeña, minúscula. Quisieras comprar un libro o dos, porque crees en la razón de ser de las librerías minúsculas. Las librería minúsculas merecen sobrevivir, piensas. Merecen ocupar su espacio, aunque éste sea minúsculo también. Su sola existencia expresa una resitencia dolorosa, que te gustaría apoyar de algún modo. Saludas al librero, que en este caso es el propietario. Preguntas algo, por cortesía, para romper el hielo, como se dice, aunque la expresión te disgusta (¿quién rompe el hielo? ¿dónde?). Aunque la gente en general te repugne, eres un férreo defensor del diálogo entre pares, cuando éste es genuino y radical. El librero te recomienda con vehemencia dos o tres libros, en los que no habías reparado. Él también es un entusiasta del diálogo fraternal. Lo agradeces de algún modo, piensas que están bien los consejos, las recomendaciones, el calor cercano que nos humaniza, no como en las vastas superficies comerciales de las afueras, en las que un frío y un olor repugnantes se apoderan de los objetos y las almas de los que las habitan.

Pero en el fondo, a qué negarlo, hay una parte de tí, minúscula quizá, que está empezando a odiar al librero. Tu siempre has preferido seleccionar los libros un poco al azar, con criterios tan caprichosos pero eficaces como el color de sus portadas. ¿Qué hacer? Un sentimiento de culpa, cada vez más punzante te recorre los ojos nerviosos. Los libros no están organizados ni por el nombre del autor, ni por su género, lo que te disgusta también, puesto que te obliga a buscar a ciegas, entre decenas de tomos indistinguibles por tu irritante miopía. La librería es minúscula, ya lo he dicho. Y oscura, cada vez más. En un momento dado (esta expresión te disgusta todavía más ¿quién debe ser el encargado de "dar" los momentos? quizá el librero, especulas) coges un libro, y lo tienes entre tus manos un buen rato. Te interesa, pero sólo vagamente. Ni de largo cumple con tus expectativas, si lo compras sólo será por pena. Veinticinco euros por humanitarismo. Los cafés de todo un mes, piensas. Miras al librero fijamente, ahora te parece mayor de lo que te había parecido en primera instancia. La culpa pasa de los ojos a la nariz, a la espalda. ¿Cuántos años debe tener? 67 al menos. ¿Puede que además sea argentino? Como Borges, como Cortázar, como Saer, como Arlt, piensas todavía más apesadumbrado. O uruguayo como Benedetti u Onetti. La Suiza del Sur, piensas para tí mismo. En un descuido por su parte, dejas el libro que tenías en las manos encima de la primera estantería que se cruza en tu camino, y sales apresuradamente, sin despedirte. Ya en la calle, una sensación de alivio. Piensas MIERDA MIERDA MIERDA MIERDA, así, en mayúsculas pero flojito. Anotas en tu libreta dos o tres títulos que te han interesado. Compras los libros una hora más tarde, en el Gran Centro Comercial de las Afueras. Los encuentras rápidamente. Compras otro libro que no tenías anotado, pero que llevabas tiempo buscando. Te satisface que todavía se respete un cierto orden, anque sea el alfabético.

domingo, 29 de agosto de 2010

Déjame que te hable en esta hora
de dolor con alegres
palabras. Ya se sabe
que el escorpión, la sanguijuela, el piojo,
curan a veces. Pero tú oye, déjame
decirte que, a pesar
de tanta vida deplorable, sí,
a pesar y aun ahora
que estamos en derrota, nunca en doma,
el dolor es la nube,
la alegría, el espacio,
el dolor es el huésped,
la alegría: la casa.
Que el dolor es la miel,
símbolo de la muerte, y la alegría
es agria, seca, nueva,
lo único que tiene
verdadero sentido.
Déjame que con vieja
sabiduría, diga:
a pesar, a pesar
de todos los pesares
y aunque sea muy dolorosa y aunque
sea a veces inmunda, siempre, siempre
la más honda verdad es la alegría.
La que de un río turbio
hace aguas limpias,
la que hace que te diga
estas palabras tan indignas ahora,
la que nos llega como
llega la noche y llega la mañana,
como llega a la orilla
la ola:
irremediablemente

Claudio Rodríguez

sábado, 21 de agosto de 2010

No había luna llena. En esa zona de la costa no suele haber mareas, el mar es una presencia dócil, domesticable. Teníamos alquilado un bungalow, o como quiera que se llamen esas chocitas prefabricadas en algún suburbio rumano, que ni se esfuerzan por parecer vagamente rústicas o marineras, dirías que las han robado de un decorado de película de serie B. Y todos empeñados en darle credibilidad a la escenografía, en una especie de pacto tácito, mostrando nuestras cañas de pescar en las ventanas, los cubos repletos de arena en cada porche. Nos gusta el artificio, en eso estamos de acuerdo.

“Tenemos que esperar a mi hermana. Me acaba de enviar un mensaje. Necesita darse un baño en la playa”. Tu hermana mustia, tu hermana apéndice, tu hermana adolescente, siempre buscando el tesoro con el mapa del revés.

La tarde caía, pero hubo un instante en que se detuvo. Tu hermana sumergiéndose, buceando y, al cabo de un rato, no podría precisar cuánto, desaparecer, sin un grito de socorro, ni un solo aullido de ahogo sofocado. Ni una sola pista. Todavía era de día creo recordar.

Primero un dolor intenso de cabeza. Tu mente se transforma en un punto. Un único punto infinitamente pequeño pero cargado de una energía nerviosa y oscura, mineral. Demasiado obvio. El mar, ella adolescente, su primer desencuentro amoroso. Demasiado tópico, asquerosamente tópico, la nena despechada, la hermana menor, desde pequeña volando a su aire, bajo tu amparo responsable. “Hoy necesito bañarme en el mar”, resonando en mi cabeza, no hay nadie alrededor, sólo un viejo a lo lejos, no puedes hablar con nadie, tu cabeza es un punto un punto un punto, un agujero mareante alrededor, las caras de sus padres, “la perdimos de vista por un rato”, hace frío y es de noche pero esto ya es literatura, en realidad no puedes darte cuenta, no sabes cuántas horas llevas buscándola en vano, las sirenas de la policía, el aire de irrealidad que nos sobrecoge e invade en cada tragedia.

Quisiera recordar tu cara cuándo, entre lágrimas, la vimos aparecer entre las olas, silbando y preguntando qué os apetece cenar, con una sonrisa apenas pícara, el agua está genial, pese a que hoy no hay luna llena.

miércoles, 18 de agosto de 2010

Ayer entregué el último informe trimestral. Un testimonio más de nuestra irrelevancia.

martes, 17 de agosto de 2010

“No hay nada que pueda compararse con un rostro. Es una tierra que uno no se cansa jamás de explorar”. Carl Theodor Dreyer

Hace semanas que busco un inicio memorable para mi novela (la novela que nunca escribiré, pero que existirá, siempre inacabada y múltiple en mi imaginación, mutando verano tras verano). Todo esfuerzo es en vano.

¿Podemos conocer a alguien –conocerlo en profundidad-, mediante el estudio minucioso de su rostro? El rostro humano es una vasta fuente de información, nos constituye, pero, a decir verdad, es sólo una imagen parcial de nuestra proteica personalidad. Éste será el primer capítulo. Un soliloquio escrito por un tipo que intenta escrutar en la personalidad de los demás realizando únicamente un análisis pormenorizado de sus caras. Escenario: un vagón de metro. Personajes: un oficinista, un tipo de apariencia anodina, una mujer peruana.

En el segundo capítulo nuestro hombre descubrirá que siempre somos en relación a los otros. Siempre. Me explico: este enano que tiene sentado justo a su lado, en el mismo vagón de metro en el que lleva a cabo sus pesquisas etnográficas…sólo es un enano en relación al resto de humanos. Pero si estuviera solo, absolutamente solo en el mundo, cabría la posibilidad de que, en realidad, fuera un gigante. Esto nos lleva a un cierto relativismo. Terreno pantanoso donde los haya. Stop.

Ahora observa éste renacuajo: nada, parece que se retuerce, descansa, respira, curiosea, la cola es su timón. Ignora a Kennedy, la guerra fría, Bin Laden, la ensaladilla rusa, la canción del verano. Aunque, estrictamente, no es del todo ajeno a ellos. Observa ahora este sapo. Es enorme, la piel gruesa, apenas húmeda, camina con dificultad. Te observa resabiado, desde el balcón que le confiere toda su experiencia anfibia, cifrada en decenas de batallas por su supervivencia, el dolor, el miedo, el frío quizá.

Todo esto nos sitúa ante el peliagudo asunto de definir qué es la realidad. La realidad es todo lo que acontece. ¿La realidad es todo lo que acontece? ¿Pasado y futuro forman parte de la realidad? Nuestros sueños, anhelos, pesadillas ¿forman parte de la realidad?

En la Tierra no hay superficie más interesante que el rostro humano. Lichtenberg dixit.

viernes, 2 de julio de 2010

Lo real fortuito

En esta foto, ella entorna los ojos. Quisiera reírme de su gesto, pero tal vez es demasiado tarde. Salgo a la calle. Enciendo un cigarrillo y después otro. Pienso: una leve forma de subvertir la realidad. Como en esas fotos de Man Ray, todo parece envuelto en una neblina fantasmagórica. Pasan dos mendigos, con una bandera española. Me recuerdan que hoy juega la selección nacional. ¿No hay nadie que pueda escapar al sistema?


Me siento en una de las mesas del bar de la plaza. Entorno los ojos. Esa luz, como una herida. Como en París, piensas, aunque nunca hayas estado. No comprendes. No entiendes qué hacías anoche, de madrugada, a los pies de la cama, mudo, con una cuchilla entre las manos.

miércoles, 30 de junio de 2010

Poemo

Me asomé a la balcona
y contemplé la ciela
poblada por los estrellos.
Sentí fría en mi caro,
me froté los monos
y me puse la abriga
y pensé: qué ideo,
qué ideo tan negro.
Diosa mía, exclamé:
qué oscuro es el nocho
y que sólo mi almo
y perdido entre las vientas
y entre las fuegas,
entre los rejos.
El vido nos traiciona,
mi cabezo se pierde,
qué triste el aventuro
de vivir. Y estuvo a punto
de tirarme a la vacía...
Qué poemo.
Y con lágrimas en las ojas
me metí en el camo.
A ver, pensé, si las sueñas
o los fantasmos
me centran la pensamienta
y olvido que la munda
no es como la vemos
y que todo es un farso
y que el vido es el muerto,
un tragedio.
Tras toda, nado.
Vivir. Morir:
qué mierdo.


Jesús Lizano

martes, 22 de junio de 2010

Salgo a la terraza de la oficina. Suelo hacerlo durante unos 2 minutos cada 2-3 horas. No soy fumador. Como no tengo en qué emplear mis manos, cojo un vaso de agua y salgo con él, poco importa que esté vacío. Muchas veces miro al infinito, sin ver nada.

Hoy me detengo en un árbol, está dentro del cuartel. Algo se mueve entre las ramas. Hace un calor sofocante. Probablemente se trate de un pájaro, o un gato. A mí me parece algo grande, algo así como un gato inflado, o una ardilla. Una ardilla gigante, piensas, a sabiendas de que no existe tal género animal. Ahora no se mueve. No puedes demorarte más. A Don Luis no le gustaría que buscaras ardillas gigantes con la mirada, entre las ramas de un árbol lejano.

sábado, 17 de abril de 2010

Si al menos lloviera

Me acerco en bici, el sábado por la mañana, a Plaza Castilla, edificio Picasso. El silencio de un sábado por la mañana en una zona en la que sólo hay oficinas, únicamente un murmullo de vez en cuando. El espectro impuro del cemento.


Todo tiene un aire raro, un aire luna, un aire ciencia ficción, vagamente japonés. Varios grupos de chavales practican un deporte cuyo nombre ignoro, y que consiste fundamentalmente en realizar saltos y brincos impulsados por cualquier elemento urbano que se tercie (bancos, escaleras, papeleras…). Se saben raros, y huyen de la incómoda mirada ajena.




Los pájaros de fin de semana conquistan una región desconocida. Un hombre de unos 60 años, trajeado, deambula sin rumbo, no podría decir si es un hombre real o un espectro más. Un reloj no es la medida del tiempo.

miércoles, 3 de marzo de 2010

El problema es éste

Hay un hombre y una mujer cenando en el restaurante. El hombre simula un ataque de tos, para poder salir a la calle y llamar a su amante. Esto es Italia, piensas, como si la atmósfera carnavalesca lo justificara de algún modo. O quizá es la civilización, piensas, un poco avergonzado. Nadie engaña a nadie.

Hay un padre y una hija que se citan un jueves por la mañana en la cafetería de un hotel recién inaugurado en las afueras de la ciudad. Su conversación se interrumpe por las constantes llamadas al móvil. Primero ella, y después él. Ella parte apresurada al cabo de un rato.

Está el profesor de portugués, que por las mañanas trabaja de reponedor en un supermercado. Y los trenes de madrugada, cuando ya nadie espera en los andenes. Nunca.

Entro en una cafetería, cuyo pomposo nombre es “Coffee club”. Alguien grita, “¡Espérate, Roca!”, con una alegría indescifrable.

Todo esto sucede. Es verídico. Aunque no lo puedes afirmar rotundamente.

Es probable que, como tú, ellos también estén disimulando.

domingo, 28 de febrero de 2010

El lenguaje de las campanas

Estamos de acuerdo. Derribemos las iglesias, quememos los sagrarios. Pero dejemos las campanas en paz, que su eco mineral persista.

lunes, 15 de febrero de 2010

Afuera nieva, con pasmosa y calmada insistencia.
Suena Vic Chesnutt.
The Wire.
Han robado en la oficina.
Han derribado la puerta.
Iván Zulueta.
Todos andan perdidos, sin aliento.
Todos los descarriados de este mundo.

martes, 9 de febrero de 2010

De camino al trabajo paso cada día por delante del Mercado de Barceló. El Ayuntamiento lo ha derribado para construir uno nuevo en su lugar


Es extraño, un año y medio en la ciudad y ya empiezo a tener recuerdos de cosas que desaparecen. Los que lleguen ahora no tendrán ninguna memoria sobre el antiguo mercado. Somos río, y desmemoria, y ceniza, y olvido.

domingo, 31 de enero de 2010

No es exactamente lo mismo, estar callado, que no decir nada.