sábado, 25 de octubre de 2008

Plaza del 2 de mayo, glorieta de Quevedo. En Madrid, los sábados por la mañana no tienen entidad por sí mismos. En realidad, se podría decir que las mañanas de los sábados son un apéndice de las noches de los viernes, más poderosas éstas últimas, alargando su oscura sombra resacosa hasta el mediodía del día siguiente, en el que la ciudad parece un tímido fantasma, con sus procelosos silencios y las latas de cerveza vacías todavía en medio del asfalto. Olor a lejía y un silencio que nos acerca el rumor de las batallas que ya se han librado.


En cambio las plazas cumplen con todos los tópicos imaginables. Con sus terrazas tópicas y sus niños tópicos. Con sus glorietas tópicas y sus abuelas y sus perros tópicos. Pero basta ya de tópicos. ¡Acabemos con todas las plazas! ¡Huyamos de nuestro destino! Detengámonos por fin en este destello de libertad.

sábado, 18 de octubre de 2008

Como están las familias de peruanos yendo alegremente hacia el Retiro, a pasar el día, están las parejas haciendo el amor en los bancos del paseo, demorándose, sin tocarse, entre la fiebre y el fulgor en este otoño benigno. Paseo sin rumbo por la feria de libros antiguos, compro un libro de Aldecoa y otro de Azaña. Si en España quieres guardar un secreto, escríbelo en un libro: Azaña dixit. Observo a estos abuelos, comiendo en su residencia. Hay uno con una bolsa de plástico en la que esconde un paquete de cigarrillos. Constato que como siempre, o como casi siempre, todos disimulan, todos fingimos, como si nunca hubiera sucedido nada. Pero bajo estos chopos hay ceniza, lo sé. Basta con detenerse a oír el rumor de sus huesos.