sábado, 8 de noviembre de 2008

Tratado de urbanismo

La gente acelera el paso en los pasillos subterráneos, ignorando que la oscuridad a veces es una bendición, un refugio, algo así como el olvido. Paseo por el Madrid umbrío, poca dulzura en estos perfiles recios, la frialdad ministerial y marmórea, mezclada con la antipatía del asfalto, como una gran lengua que se enreda y se forja en este humo de tabaco negro negrísimo. Aquí nadie se aparta de su camino, todos insisten tercamente en su imaginaria senda, en una especie de ignorancia debilerada y recíproca.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Pesadilla

Esta noche he tenido una pesadilla extrañísima. La acción empieza en un autobús urbano. Me subo a él, viejos conocidos, hasta aquí todo normal. Nadie me mira. Intento hablar con alguien pero todos me rehúyen, una mujer me mira con extrañeza. De repente me doy cuenta de que el autobús se dirige a una plaza de toros. Y no sólo eso, caigo en la cuenta de que debo ser el torero. Pánico automático. Nunca he toreado, debe ser un error. Ensayo algunos pases, con poca gracia, a escondidas. Rezo para que el toro haya encogido en las últimas horas. Resignación. Qué voy a hacer. Todo parece perfectamente dispuesto para la tragedia. Llego a la plaza de toros.

La siguiente escena ya transcurre en la arena de la plaza. Estoy solo. De momento no hay toro. A lo lejos veo una figura coloreada que se me acerca. Es un torero. Me mira con desapego, como si me odiara. Me clava el estoque sin compasión, de repente entiendo que el toro soy (era) yo.