sábado, 17 de abril de 2010

Si al menos lloviera

Me acerco en bici, el sábado por la mañana, a Plaza Castilla, edificio Picasso. El silencio de un sábado por la mañana en una zona en la que sólo hay oficinas, únicamente un murmullo de vez en cuando. El espectro impuro del cemento.


Todo tiene un aire raro, un aire luna, un aire ciencia ficción, vagamente japonés. Varios grupos de chavales practican un deporte cuyo nombre ignoro, y que consiste fundamentalmente en realizar saltos y brincos impulsados por cualquier elemento urbano que se tercie (bancos, escaleras, papeleras…). Se saben raros, y huyen de la incómoda mirada ajena.




Los pájaros de fin de semana conquistan una región desconocida. Un hombre de unos 60 años, trajeado, deambula sin rumbo, no podría decir si es un hombre real o un espectro más. Un reloj no es la medida del tiempo.