Todo tiene un aire raro, un aire luna, un aire ciencia ficción, vagamente japonés. Varios grupos de chavales practican un deporte cuyo nombre ignoro, y que consiste fundamentalmente en realizar saltos y brincos impulsados por cualquier elemento urbano que se tercie (bancos, escaleras, papeleras…). Se saben raros, y huyen de la incómoda mirada ajena.
Los pájaros de fin de semana conquistan una región desconocida. Un hombre de unos 60 años, trajeado, deambula sin rumbo, no podría decir si es un hombre real o un espectro más. Un reloj no es la medida del tiempo.