martes, 10 de junio de 2008

Estampas del Madrid literario

Lo quiera uno o no (desde luego ahora ya es demasiado tarde), leer frecuentemente hace que, aunque de un modo inconsciente, escrutemos las personas (las situaciones, los paisajes...), desde un punto de vista "literario" (aquí el adjetivo "literario" pueda tomar muchos significados, ya nos entendemos).

Es como si cualquier detalle, por plano que nos pareciera, fuera susceptible de tomar inmediatamente una dimensión literaria. No sigo por este camino, puesto que me llevaría demasiado lejos, vuelvo al "más acá"...sólo apunto la posibilidad de la literatura como mirada, trascendiendo su estricta materialización negro sobre blanco.

Una de las posibilidades en las que se concreta lo anteriormente dicho, es en los paseos por las ciudades. En cualquier ciudad el enfermo de literatura (sí, estamos enfermos) entra en míticos cafés, se fotografía al pie de las estatuas, dobla por esquinas, cruza puentes, acude a prostíbulos...en busca siempre del verso aquél, de cierto pasaje de una novela, de un episodio en la biografía o un hábito de un escritor que le es caro.

El sábado pasado, en nuestro paseo por Madrid, en el corto plazo de unas horas, tuvimos tiempo para visitar la Residencia de Estudiantes, que acogió en su día a figuras como García Lorca, Salvador Dalí, Buñuel, Unamuno, Alfonso Reyes, Manuel de Falla, Juan Ramón Jiménez, Ortega y Gasset, o Pedro Salinas.



Por la tarde, visitamos la Feria del Libro situada en el Retiro.



Dentro del parque, escondida entre unos chopos, una estatua de Verdaguer "el más grande escritor épico de España".



Todavía dentro del Retiro, en una de sus glorietas pudimos ver la estatua al Ángel caído. Nunca me ha atraído la figura del demonio (puesto que presupone la existencia de un dios), pero la imagen erigida en 1874 por iniciativa del duque Fernán Núñez es de una plasticidad y una belleza pertubadoras.



Ya de noche, y gracias al azar (que como decía Borges hace mejor las cosas que nosotros) pasamos por delante de dos de las casas en las que habían vivido Cervantes y Lope de Vega:





Cervantes, cuyo calado y biografía todavía no hemos aprehendido cabalmente. Muy especialmente la dimensión más radicalmente popular y democrática de su obra. La ortodoxia reduccionista de los manuales nos la ocultó. La pereza hizo el resto. No me resisto a reproducir aquí uno de sus diálogos satíricos:

Bachiller: ¿Sabéis leer Humillos?

Humillos: No por cierto, ni tal se probará que en mi linaje
haya persona tan de poco asiento,
que se ponga a aprender esas quimeras
que llevan a los hombres al brasero,
y a las mujeres a la casa llana.

El domingo por la mañana, en la fachada de la Casa Encendida, se podía ver una instalación compuesta por frases de novelas, como por ejemplo ésta de Rayuela de Julio Cortázar, uno de los libros que leí con más agrado en mi primera juventud:




Finalmente, en el bar La Torre del Oro de la Plaza Mayor, pudimos dialogar con el busto parlante del toro Segador, famoso por las crónicas de Enric Juliana, un toro que lee el pasado y adivina el futuro y filosofa con una gracia ligeramente estoica.