jueves, 12 de junio de 2008

En el post anterior cavilaba sobre el enfermo literario, alguien podrido de palabras y referencias librescas, incapaz de enfrentarse a la realidad con una mirada de asombro, acríticamente. Más tarde leo estas líneas en El Quijote:

En resolución, él se enfrascó tanto en su lectura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y mucho leer, se le secó el celebro de manera que vino a perder el juicio.