
El camino está embarrado tras la lluvia de ayer. Ahora cruzo un arroyo brevísimo, las aguas discurren quietas por su cauce, como si de un jarabe se tratara. Amanece, son casi las nueve de la mañana. Por momentos siento que estoy huyendo, ignoro de quién o de qué. Como si a través de la niebla hubiera cruzado una frontera, y estuviera en otro tiempo y en otra comarca. En el confín del invierno la vida disimula cada brote y sus designios.