jueves, 14 de octubre de 2010

Cuaderno de Lisboa

-1-
Se diría que la vida es una larga y monótona espera (no sabemos de qué o de quién). La vida como una sala de espera. Esta sensación se agudiza y se materializa en comisarías, aeropuertos, salas de espera médicas, etc.

-2-
Al entrar a comisaría, dan verdaderas ganas de declararse culpable. Cada vez que paso por un arco voltaico de seguridad, me sorprende que no suenen todas las alarmas, activadas por mi rubor.

-3-
Camino de Lisboa, en autocar. Hoy en día, los autocares (y las estaciones) parecen reservados a las clases más bajas: parejas de jubilados, inmigrantes, monjas, apenas estudiantes. No parece ser una cuestión económica, sino más bien de estatus o de acceso a la información, esas otras fronteras invisibles. Miradas desesperadas en los pasillos y rincones de la estación. Al contrario de lo que sucede en los aviones o en los trenes de alta velocidad, en los que la gente evita mirarse a los ojos, en señal de orgullosa suficiencia.

-4-
Moraleja de Enmedio.
Navalcarnero.
Méntrida.
Alcañizo.
Torralba de Oropesa.

-5-
Montes olvidados, moteles de carretera, acaso más reales que la realidad de cada día. Como estampas de un futuro en ruinas

-6-
Elogio del silencio

-7-
El límite, aún por llegar, nos condiciona aquí y ahora. ¿Sería mejor vivir sin límites? Al menos explorar la posibilidad de que se amplíen, se difuminen.

-8-
Almaraz
Trujiillo

-9-
Anoto en el cuaderno: temprano afán, deleitoso, y hermandad doliente.

-y 10-
Lisboa, a lo lejos, resplandece en la tarde como un pastel perlado