sábado, 21 de agosto de 2010

No había luna llena. En esa zona de la costa no suele haber mareas, el mar es una presencia dócil, domesticable. Teníamos alquilado un bungalow, o como quiera que se llamen esas chocitas prefabricadas en algún suburbio rumano, que ni se esfuerzan por parecer vagamente rústicas o marineras, dirías que las han robado de un decorado de película de serie B. Y todos empeñados en darle credibilidad a la escenografía, en una especie de pacto tácito, mostrando nuestras cañas de pescar en las ventanas, los cubos repletos de arena en cada porche. Nos gusta el artificio, en eso estamos de acuerdo.

“Tenemos que esperar a mi hermana. Me acaba de enviar un mensaje. Necesita darse un baño en la playa”. Tu hermana mustia, tu hermana apéndice, tu hermana adolescente, siempre buscando el tesoro con el mapa del revés.

La tarde caía, pero hubo un instante en que se detuvo. Tu hermana sumergiéndose, buceando y, al cabo de un rato, no podría precisar cuánto, desaparecer, sin un grito de socorro, ni un solo aullido de ahogo sofocado. Ni una sola pista. Todavía era de día creo recordar.

Primero un dolor intenso de cabeza. Tu mente se transforma en un punto. Un único punto infinitamente pequeño pero cargado de una energía nerviosa y oscura, mineral. Demasiado obvio. El mar, ella adolescente, su primer desencuentro amoroso. Demasiado tópico, asquerosamente tópico, la nena despechada, la hermana menor, desde pequeña volando a su aire, bajo tu amparo responsable. “Hoy necesito bañarme en el mar”, resonando en mi cabeza, no hay nadie alrededor, sólo un viejo a lo lejos, no puedes hablar con nadie, tu cabeza es un punto un punto un punto, un agujero mareante alrededor, las caras de sus padres, “la perdimos de vista por un rato”, hace frío y es de noche pero esto ya es literatura, en realidad no puedes darte cuenta, no sabes cuántas horas llevas buscándola en vano, las sirenas de la policía, el aire de irrealidad que nos sobrecoge e invade en cada tragedia.

Quisiera recordar tu cara cuándo, entre lágrimas, la vimos aparecer entre las olas, silbando y preguntando qué os apetece cenar, con una sonrisa apenas pícara, el agua está genial, pese a que hoy no hay luna llena.