No presentar la declaración de la renta. Previsiblemente, no sucederá nada. Corroborar que la burocracia es una rama más de la ciencia ficción. Poner todavía más de manifiesto mi ya conocida invisibilidad civil. No soportar dicha invisibilidad y declararme culpable ante el juez. Descubrir finalmente que el juez es un conejo gigante, orondo y sordo.