martes, 12 de febrero de 2008

Me confundo. Me confundo todo el tiempo. Me tomo a la ligera las cosas más graves, mientras que el humor me lo tomo muy en serio. Cuando me tienden una trampa caigo en ella sin oponer la menor resistencia. En el metro, un señor trajeado habla por teléfono con otro, y oigo que le dice desapasionadamente: "Mañana iré a llorar", cuando en realidad lo que seguramente le ha dicho es "Mañana iré al RACC". Pero yo prefiero imaginar a un hombre trajeado, en una sala demasiado blanca, quizás junto a otros hombres también trajeados, intentando llorar sin éxito. Y de repente pienso en dos libros que nunca leeré, pero que probablemente tengan los títulos más hermosos que se puedan imaginar: Desolación de la quimera y Anatomía de la melancolía. En el trabajo me hablan de "un tal Iván", pero en seguida creo que me hablan de "un talibán". Me confundo. Me confundo todo el tiempo.